El cacao y el chocolate tienen orígenes fabulosos. Bebida de los dioses en el panteón mitológico de las civilizaciones maya y azteca, el chocolate conquistó muy pronto el favor de los hombres.

Con esta sencilla frase que conecta el cacao —luego convertido en chocolate— con lo mitológico y con lo humano, inicia Nikita Harwich el prólogo a la edición española de su libro Historia del chocolate.

Asimismo, en su presentación de la obra, Manuel De Cendra y Aparicio, V Marqués de Casa López —quien con su marca Chocolates y Dulces Matías López contribuyó a la publicación del libro— dice:

En el año 1615 la infanta española Ana de Austria, por su matrimonio con Luis XIII, introduce el chocolate en la corte francesa. Había comenzado una revolución gastronómica en Europa. Ante aquel brebaje humeante y aromático, sorprendente y desconocido, sucumbieron los conquistadores españoles. A sus virtudes culinarias y su potencial económico se rindieron aquellos hombres y ya nada volvió a ser igual en las mesas de la aristocracia europea, primero; del mundo entero después.

Con estas contundentes afirmaciones se introducen los lectores en este libro que se presentó el pasado viernes 18 de setiembre en el espectacular Palacio de Cibeles, en el marco del I Salón Internacional del Chocolate de Madrid.  El evento, que reunió a un público numeroso y entusiasta, amante del cacao en sus múltiples aplicaciones, contó con la inestimable participación de la Sra. Alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena y del autor, Dr. Nikita Harwich Vallenilla. El cacao, que como bien ha destacado Manuela Carmena, está estrechamente vinculada a la historia de la vida cotidiana de las personas, y que, como ha destacado el Dr. Nikita Harwich, ha sido uno de los productos emblemáticos de la globalización del mundo desde los albores del siglo XVI.

Ofrecemos aquí algunos de los momentos más relevantes de sus intervenciones.

 

Manuela Carmena

El Ayuntamiento de Madrid, por definición, siempre estará muy relacionado con la persona, con el individuo, con el ser humano.

Y desde esta perspectiva, yo tengo que decir que creo que, como alcaldesa de Madrid, puedo aportar este granito de hacer real algo que todavía falta mucho, que es la historia de la vida cotidiana.

Hemos aprendido mucho en nuestras formaciones escolares, en nuestras escuelas, hemos aprendido acontecimientos históricos, pero, ¿qué pasó en todas aquellas personas que fueron los protagonistas de todos aquellos acontecimientos que, con sus fechas, nos sedujeron para que los aprendiéramos en nuestras escuelas? Lo conocemos poco. Y dentro de eso que es tan apasionante, que es la historia de la vida cotidiana, la historia de la gastronomía cotidiana, es trascendente.

Tener ahora la posibilidad, ahora, con este libro verdaderamente apasionante, de saber no solo cómo se hace el chocolate, si no cómo se tomaba el chocolate, cómo fue evolucionando. 

Tenemos la posibilidad, ahora, con este libro verdaderamente apasionante, de saber no solo cómo se hace el chocolate, si no cómo se tomaba el chocolate, cómo fue evolucionando. Pues es muy interesante, y nos da una perspectiva para darnos cuenta de ese nexo de unión que hay a lo largo de la historia, no tanto con los conocimientos objetivos como con la humanidad, con los hombres y mujeres que vivieron antes que nosotros y que eran también como nosotros, que tenían esa vida cotidiana, esa gastronomía, etc.

En fin, apasionante, apasionante el libro, apasionante la investigación. Muchísimas gracias doctor por haber sido capaz de hacer este libro tan interesante y por abrirnos la curiosidad por seguir investigando, el chocolate como alimento y el chocolate como flujo económico importantísimo para esta nuestra querida España.

Henry Odell y Manuela Carmena

Nikita Harwich

El chocolate, una vez que fue adoptado por las sociedades europeas, más o menos a mediados o fines del siglo XVIII, tuvo un efecto de transformación de la mirada que estas sociedades tenían de sí mismas y sobre la manera en que estas sociedades concebían su vida en lo cotidiano.

Un elemento importante, es que el chocolate, sobretodo a partir del momento en que se reconoció que no tenía virtudes afrodisíacas y que su degustación producía ciertamente una euforia, pero inocua, logró a nivel familiar, acercar los padres a los hijos. Cuando el chocolate se vuelve golosina, a comienzos del siglo XIX, contribuye a cambiar la imagen que dentro de la familia ocupaban padres e hijos, y en cierto modo cambió la visión todo el papel pedagógico y el rol que jugaba la niñez dentro de la vida de familia.

El cacao fue uno de los productos emblemáticos de la globalización del mundo, que no empezó en la segunda mitad del siglo XX, si no que ya existía en una forma mucho más desarrollada desde el siglo XVI.

Al mismo tiempo, la sociabilidad generada en torno al chocolate, si bien no alcanzó el nivel de las otras dos bebidas exóticas venidas a Europa como el té o el café, sin embargo logró en ciertos países, pienso en España pero pienso también en Francia o en Inglaterra, producir toda una nueva visión de los valores del mundo exótico de donde provenía el cacao y en cierto modo fue uno de los productos emblemáticos de la globalización del mundo, que no empezó como muchos pensarían con la segunda mitad del siglo XX, si no que ya existía en una forma mucho más desarrollada de lo que se cree desde alboradas del siglo XVI.

 

Nikita Harwich con Manuela Carmena