Del trauma a la letra

Exilio, mujeres, escritura [1] es una obra heterogénea escrita por Isabel Cerdeira Gutiérrez, trabajadora social, socióloga y psicoanalista que cuenta con la coautoría de otras seis escritoras [2], diferentes testimonios y un excelente prólogo de José María Álvarez. Se aloja en la colección «Memoria del olvido», de Xoroi Edicions y ve la luz, en su primera edición, en mayo de 2019.

Tres son los significantes que la autora ha encontrado para nombrar el pánico, para tratar de cernir el horror del desarraigo al que en ocasiones se ve abocado el ser humano. Del acontecimiento traumático del exilio, de las respuestas singulares, únicas, de las mujeres, ante el derrumbamiento y pérdida del orden simbólico, y finalmente, acerca de qué hacer con ello, de cómo encontrar una réplica que apacigüe un poco, si ello fuera posible, del real insoportable, terrorífico, de la herida recibida.

Todos exiliados, tal como indica el autor del prólogo, es un buen punto de partida para abordar la lectura de esta obra coral. Un hilo conductor que pone en serie el exilio inaugural a todo ser humano, que aliena, su relación con la melancolía, nuestra voluntad de cambio y transformación [3] y cómo se ubica todo ello en relación a lo femenino. Contamos, afortunadamente, con el inmenso poder de las palabras, contamos con la posibilidad de ofrecer, uno por uno, una respuesta inédita. Podemos, además, escribirlo. Sabemos de los efectos terapéuticos de la letra. No imagino un modo mejor de hacer de lo incurable una apuesta fértil [4] tal y como expresa lúcidamente Jacques-Alain Miller.

Dos son los textos que conforman la introducción, «Pensar el Exilio» y «La escritura, un acto de existencia». Encontramos en ellos esta propuesta, pensar en otros ya es un exilio o mejor la morada de un exilio [5] o la posibilidad de revelar una concepción del mundo contando con los intereses del otro.  Atendiendo a la condición de ser otro, de serlo para otros, también para sí mismo. Poder nombrarse, arroparse en los derechos y libertades fundamentales, sintiendo que exilio y escritura convocan a una militancia estructural opuesta a la mínima posibilidad de quietismo o inacción. Alteridad para todas, como el exilio mismo.

De los firmamentos devastados se levantan pequeñas muñecas de trapo, nuevos nombres que posibilitan ese ser otro, aunque no logren evitar las preguntas esenciales, ineludibles mas allá de los semblantes. También exilios indirectos como el de la escritora Iris Chang que prueban el deslizamiento del trauma a través de las generaciones y un desesperado intento de solución que en su caso se tornó insuficiente. Deslizamiento, seguramente inevitable, que en ocasiones sólo simbolizado puede detener su devenir mortífero y destructivo.  Sostengo en un libro del que soy coautora, y compilado por Marie Hèléne Brousse, esta tesis, «Eso le costó a él (a mi abuelo) la vida, a mi padre un exilio interior, y a su nieta, que hoy les habla, la exigencia de memoria histórica a transmitir para que nunca se olvide lo que supone la barbarie y sus consecuencias, el grito silencioso… El deslizamiento de un trauma a través de las generaciones» [6].  Sostengo esa tesis y además creo firmemente que el dispositivo analítico puede detener esa deriva, tal y cómo pude comprobar en mi propia experiencia analítica.

También encontramos la fotografía de Sima Diab, una particular colección de soledades colectivas. La escritura autobiográfica de Angelika Schrodorff, y su delicioso libro Tú no eres como otras madres. El exilio después del exilio de Françoise Frankel, donde cuerpo, palabra y escritura se erigen como un tesoro a defender. O la búsqueda de una alteridad posible.

Reflexiones en torno a lo sagrado y la escritura, soledades y desastres, mandatos de los otros primordiales, verticalidades identitarias, lo femenino y la pérdida de libertad, la represión, la pulsión de muerte, lo simbólico y el ser, tal como lo nombra Jacques Lacan en el Seminario Aun [7]. La poesía como solución, de los mundos de cada una y de los universos de todas ellas, para tratar de subvertir la deriva del acontecimiento traumático.

Especial mención merecen el conjunto de testimonios, valientes y desgarradores de algunas mujeres que ponen en primera persona la experiencia del exilio, padecimiento que hace marca en el cuerpo y en la letra, también en la escritura.  Voces que se levantan contra el silencio, el olvido y la invisibilidad, desde Argentina, Honduras, Iraq, Turquía, India, Irán, Venezuela, la geografía se desdibuja. Queda el grito, la palabra.

En último lugar, seis estudios de otras tantas autoras analizan desde diferentes ópticas la materia que aborda la obra, muchos de los textos nacen orientados por el psicoanálisis y conforman el colofón de esta obra en la que la escritura, toma forma.

Terminaré esta reseña del libro Exilio, mujeres, escritura con una cita de Éric Laurent [8], que evoca psicoanálisis y exilio: Esta familiaridad con el tema del exilio y de lo extranjero se ha encarnado en la historia del movimiento psicoanalítico, a partir de los múltiples exilios que la han escandido.

Ángela González
Psicoanalista
Illa de Arousa, 01-02-2020
angelaconsulta@gmail.com

 

 

[1] CERDEIRA GUTIÉRREZ, I. Exilio, mujeres, escritura. Barcelona, Xoroi Edicions, 2019.

[2] Joelle Ana Bergere Dezaphi, Hortensia Búa Martín, Ariana Cziffra, Isabel Fernández Hearn, Teresa Morandi Garde, Montserrat Rodríguez Garzo.

[3] Ibíd., pág. 12

[4] MILLER, J.-A., Del síntoma al fantasma. Y retorno. Buenos Aires, Paidós, 2018.

[5] CERDEIRA GUTIÉRREZ, I. Exilio, mujeres, escritura. Barcelona, Xoroi Edicions, 2019.

[6] BROUSSE, MH., El psicoanálisis a la hora de la guerra, Buenos Aires, Tres haches, 2016.

[7] LACAN, J., Aun. Paidós, Buenos Aires, 2008.

[8] Ver LAURENT, É., en http://www.eol.org.ar/biblioteca/lacancotidiano/LC-cero-770.pdf